CRISTO

Adriana B. Ortolani, 2021 / Colaboración: Mariana Paredes

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  La imagen de Jesús fue abordada por Leone en varias ocasiones, tanto en esculturas en relieve como exentas. El “Príncipe de la paz” y el “Cristo” monumental, son sublimes testimonios.

 En este caso, la cabeza está trabajada con una estilización delicadísima que recalca una concepción etérea. Un alargamiento del canon se asocia a un gótico moderno. La frente extensa y despejada, la mirada serena, con los párpados que cubren hasta la mitad de los ojos, le otorgan una serenidad suprema. Los pómulos están marcados y las mejilas sutilmente hundidas. La barba larga, partida al medio, prolonga el mentón enmarcado por el fino bigote que cae a ambos lados de la boca callada y perfecta. Una concepción geométrica del cuello lo convierte en un cilindro cubierto, en la parte posterior por la síntesis de la cabellera larga que se asemeja a un manto.

  En las últimas cabezas de la producción escultórica de Juan B. Leone, está latente una antigua concepción de temática y formas, que se pueden apreciar en obras de su juventud, como en el caso de “Serenidad”, de 1928; pero en aquella la síntesis es más arcaica.

  Sin duda alguna, este rostro de Cristo puede asociarse a otra cabeza de su legado artístico, dentro de la temática religiosa: Isaías. Hay fiel correspondencia de estilo. Es Isaías una de las últimas esculturas realizadas por Leone a lo largo de su vida. No hay datación concreta para este Cristo, pero seguramente fueron paralelas. Despojadas de materialidad, la paz imperturbable del espíritu se hace visible en estas obras como un susurro de lo eterno.