LEONARDO

Adriana B. Ortolani, 2021 / Colaboración: Mariana Paredes

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“Quando avrai provato l'emozione del volo, una volta a Terra camminerai con lo sguardo rivolto verso il cielo perchè la sei stato e la agogni a ritornare” ("Una vez hayas probado el vuelo siempre caminarás por la Tierra con la vista mirando al Cielo, porque ya has estado allí y allí siempre desearás volver").

Leonardo da Vinci

 

 

  En aquella mañana de diciembre del 2020, durante la entrevista a Diana Leone, hija de Juan Bautista, en un momento más íntimo del encuentro en el Cine Rosso de Luján, la conversación tomó un sentido profundamente espiritual y recóndito. Al hablar de “Leonardo da Vinci”, Diana hizo referencia a un periodo en el cual no aparece registro de localización concreta del genio del Renacimiento. Algunos autores hablan de un posible viaje a Oriente, otros dicen que visitó la tierra de sus ancestros, pero en todo caso, podría corresponder a una etapa de estudios herméticos. 

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  El modelado de esta cabeza, por Juan Bautista Leone, parece un esbozo por la espontánea impronta abocetada, pero de firmes rasgos personales, en la que trasunta algo más que el parecido físico con respecto a la emblemática imagen de Leonardo da Vinci. Llama la atención la masa esferoidal de su cráneo que surge por encima de los ojos huecos y misteriosos. Pesa su frente en espesas cejas que abovedan las cavernas de sus ojos. La larga cabellera y la barba conforman más de la mitad del volumen total de la pieza. 

 

  Diana manifiesta gran admiración por Juan Bautista como artista, además de resaltar su bondadosa paternidad. Considera su arte como el reflejo de la labor de un hombre sabio, conocedor de algo más que la dimensión puramente humana. Y refuerza ese concepto a través de la mirada de los críticos contemporáneos que resaltaron a Leone como un “escultor de la certidumbre espiritual” [1] 

  A Juan Bautista lo llamaron “El Leonardo de Olivos”. Y fue, precisamente, por sus revolucionarios inventos en el campo de la navegación aérea, proyectos que luego se vieron materializados (aunque sin referencia al nombre de Leone) en avanzados modelos internacionales, como por ejemplo el “avión furtivo”, capaz de eludir la detección de radares (relato de Diana). 

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  Leone tenía su taller en la calle Anchorena, en el barrio de La Lucila. Allí lo entrevistó Sara Supervielle Brouques para la publicación de El Hogar e inició su nota de esta manera:

“Cuando nos dicen que en Olivos nos ha salido un Leonardo, escultor, dibujante y aeromodelista, sonreimos criollamente. Al enfrentar al hombre –Juan Bautista Leone- nos atrapa el remanso de su mirada y sentimos que todos los rincones de la casa el callado mensaje de su arte y de su ciencia agranda nuestra pequeñez. Aparatos aéreos de características novísimas y aún desconocidas introducen cambios revolucionarios en la aeronavegación; esculturas de los más variados temas y tamaños que abarcan un largo periodo artístico…” [2]

 

  Queda el recuerdo de ese universo de arte y ciencia, en esa convivencia tan particular como encantadora, a través de fotografías del taller de Juan Bautista Leone en aquella vivienda en la que transcurrieron cerca de cuarenta fructíferos años.

 

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1. S/d (11 de abril de 1933) Inauguróse ayer la muestra artística. La Reforma.

2. Supervielle Brouques, Sara (28 de marzo de 1958) El Leonardo de Olivos. Revista El Hogar. Buenos Aires, Argentina.